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viernes, 26 de septiembre de 2014

III

Ya habían pasado dos minutos y el telescopio todavía seguía moviéndose en busca de las nuevas coordenadas. Cristock ya empezaba a desear no haberle dado al botón, pues tenía mucho trabajo pendiente como para ponerse a jugar a los dados. De pronto el telescopio se para por fin y, en su pantalla, se muestra la imagen de lo que parece un sistema solar con planetas girando a su alrededor. Se había topado por supuesto con una de las estrellas de nuestra galaxia, la Vía Láctea, y aquello parecía estar enmarcado a propósito, como en una fotografía. No tuvo que hacer Cristock ningún ajuste de coordenadas para observar el panorama con todo detalle. Calculó cuál era exactamente la distancia de esa estrella y comprobó que estaba realmente lejos, ¡a casi 17 mil años luz de distancia!

—Qué curioso...— pensaba Cristock al fijarse bien en uno de los planetas que orbitaban aquel sol. Resultaba que parecían surgir "pequeñas" explosiones en la superficie de ese planeta, pero estaba demasiado lejos para verlo con claridad y exactitud, así que aumentó todavía más la visión hacia aquel pequeño planeta de color azulado. Se acercó a lo máximo que el telescopio permitía, sin hacer uso del sistema de súper-amortiguación ni de los aumentos digitales; no eran necesarios.

Cristock empezaba a dudar de haber visto explosión alguna, ya que estuvo observando el planeta un buen rato sin resultado, pero en verdad podría pasarse mucho más tiempo observándolo... Aquel planeta era de un tremendo parecido con la Tierra, y cuanto más lo miraba más se impresionaba de su semejanza. Estaba hipnotizado con aquello y no era para menos; el azul ocupaba la mayor parte de la superficie, al menos del lado que Cristock estaba observando, y hasta el más escéptico y pesimista habría dicho sin dudar que se trataba de un océano de agua. Y si esto era mar, como no podía ser de otra forma, todo lo demás tenía que ser tierra, y Cristock habría apostado cualquier cosa a que así era.

Se dispuso a activar el súper-amortiguador, que sirve para evitar que el telescopio vibre cuando se le aplican aumentos extremos, pues el ángulo de visión al que puede llegar la Lente Espía es tan reducido, que el propio funcionamiento de los ordenadores de a bordo ¡e incluso el latido del corazón de Cristock! impedirían ver cualquier imagen con nitidez. El artefacto en cuestión funcionaba con electroimanes; un auténtico monstruo de la tecnología, y como tal necesitaba también de una monstruosidad de tiempo para ejecutarlo por completo; concretamente 33 minutos exactos.

Pero… —Oh, mierda. ¡Mierda!— El ordenador avisaba de la salida del Sol, así que debía cerrarse la compuerta de la lente principal y apagar todos los dispositivos, excepto, claro, el dispositivo de limpieza, que debía estar trabajando durante todo el día, mientras la gran Lente duerme, que bien se lo merece. Y es justo unos segundos antes de que el telescopio comience a ocultarse cuando, de pronto, Cristock observa una gran explosión en medio del planeta. —¡Dios mío!— Esta vez vaya si la ha visto con exactitud, y qué claridad. Una explosión enorme a juzgar por los datos que aportaba el ordenador: mayor que cualquier erupción volcánica que haya habido en la Tierra, aún a pesar de que el tamaño del planeta es inferior al de la Tierra, según indica también la computadora. Sin lugar a dudas aquella bomba volcánica informaba que debía tratarse de un planeta de lo más activo sismológicamente.

Claro que, los pensamientos académicos no frecuentaban la mente de Cristock. —Bueno, ¿y quién dice que tenga que tratarse de un fenómeno terrestre?— Esta duda deja al hombre con un hormigueo en el cuerpo y, mientras el telescopio terminaba de cerrarse por completo, una impotencia que sobrepasa los límites de la paciencia incluso para un científico, lo depone en una intriga incontrolable. Aún le quedaba todo el día y la mayor parte de la noche hasta esperar su siguiente turno. —Esto requiere un poco de whisky.—


Pero antes de irse a su casa, Cristock debe guardar las nuevas coordenadas en su tarjeta de memoria. Es entonces cuando se le ocurre llamarle a dicho archivo “Tierra 2”.

viernes, 19 de septiembre de 2014

IV

A la mañana siguiente, Cristock se dirigió temprano al observatorio. No había dormido bien; quizás la cena le había sentado un poco indigesta con los nervios de esa noche. Y todavía le quedaban 9 horas para su turno en el Telescopio, pero no podía estar en ningún otro lugar que no fuera el observatorio, esperando el tiempo que fuera necesario, pero siempre ahí dentro, acechando a los astrónomos como un buitre acecha a su presa moribunda. Con la disculpa de supervisar el funcionamiento de su Lente Espía, Cristock merodeó durante todo el día, con la mirada perdida en todas partes, hasta que por fin llegó su hora.

Para que no ocurriera lo del día anterior, comenzó por activar ya el funcionamiento del súper-amortiguador por electroimanes y así ahorrar tiempo. Quería acercarse hasta lo más profundo de aquel misterioso planeta y comprobar si aquello azulado era realmente agua, como parecía proclamarse a gritos. Y también si aquella zona de aspecto sólido presentaba algún signo de vida vegetal o incluso animal, pero sobre todo quería saber qué eran aquellas intermitentes y enormes explosiones...

Treinta y tres minutos más tarde, el complejo sistema de amortiguación ya estaba activado por completo. Cristock introdujo las coordenadas del planeta pero, —Qué extraño...— allí no había nada. Alejó el aumento para encuadrar de nuevo el sistema solar entero, y ahí lo estaba, tal y como debía ser, pero en cambio el planeta azul se había desplazado un poco en su órbita. Claro, el ordenador había calculado automáticamente el movimiento de traslación de la estrella alrededor de la Vía Láctea, y por supuesto el mismo movimiento de nuestro Sol orbitando sobre el centro de la misma galaxia. También hubo de calcular el movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol así como el de rotación sobre su propio eje. Pero, claro, todavía quedaba calcular ese mismo movimiento de traslación y rotación en el planeta opuesto, y he ahí el pequeño problema. —¡Vaya lío! Menos mal que el ordenador lo hace todo él solito.— El ordenador lo calculó todo en un par de minutos, que habría sido mucha menos duración de no ser porque necesitaba de cierto espacio de tiempo para dejar que el cosmos se desplazase según sus leyes de movimiento, de lo contrario no habría materia prima con la que computar nada.

Una vez localizado y calculado su seguimiento, el impaciente Cristock acercó y acercó el aumento de la Lente hasta introducirse de lleno en el planeta y comprobar que, tal y como imaginaba, la superficie de color azul era efectivamente un líquido de aspecto exactamente igual al de nuestra agua, y sin duda debía serlo. —Tiene que serlo. Qué si no.— El movimiento de aquel océano dejaba claro que existía atmósfera, pues el mar mostraba olas como las que tantas veces había visto Cristock en sus viajes en barco con su mujer e hija. ...Lo que le hace pensar de nuevo en la nebulosa que había prometido "regalarle" a ambas. —¡Olvida esa estúpida nebulosa!— Se dijo a sí mismo. —Lo que tengo entre manos es el mayor descubrimiento que se ha hecho desde la inauguración de este telescopio. ¡Qué digo! ¡¡Es el mayor descubrimiento desde la invención del telescopio!!—


Pero pronto Cristock descubrirá que su hallazgo es todavía mayor, muchísimo mayor, de lo que él pensaba...

viernes, 12 de septiembre de 2014

V

Desplazó la visión de su telescopio hacia la derecha. Aprovechando la situación, el movimiento panorámico le mostraba una visión espectacular de la majestuosidad de aquel océano tan parecido a los nuestros. Era muy hipnótico, pero también un poco mareante, como si estuviera sobrevolando por encima del mar y sin quitar la vista de él ni un momento. —¿Pero tan lejos está la tierra de la costa? Juraría que ya debería… ¡Ahí está!— Por fin Cristock pisó tierra firme; sus breves minutos de naufragio lo habían llevado a otra de sus breves desesperaciones. Y eso que, como científico que era, siempre había hecho gala de una paciencia fuera de lo normal, pero es que todo este asunto lo estaba poniendo realmente a prueba.

Detuvo el movimiento lateral y, sí; sí… —¡Sí! Por supuesto que es vegetación. Está todo el planeta plagado de plantas. ¡¿Será posible?! Si parece la selva amazónica. Es como un repollo gigante.— En realidad Cristock se refería al brécol, pero efectivamente, había tantísimos árboles y tan pegados entre ellos que, desde ese elevado y cenital punto de vista, parecía una gran manta de musgo. Podría aparecer de pronto cualquier animal de entre la vegetación, o una bandada de pájaros sobrevolando la arboleda, que seguramente Cristock no se habría sorprendido, creyendo por un momento que estaría viendo un documental de naturaleza. Y es que realmente parecía que estuviera viendo su propio planeta a vista de helicóptero.

Cristock había descubierto por vez primera un planeta con vida, y no precisamente una bacteria ni algún unicelular "insignificante", sino un auténtico planeta viviente como el suyo. Y dio por sentado que no lo publicaría en ningún medio, ni siquiera lo comentaría con nadie todavía, pues si lo hiciera se hubiere quedado sin su descubrimiento. Enseguida pasaría a manos de organizaciones más importantes y específicas hasta quedarse él al margen de todo y pasar a obedecer órdenes. —Órdenes mal ordenadas, lo que me faltaba.—


Decidió entonces moverse más hacia la derecha, más tierra adentro. Sin prisa, contemplando el paisaje, esperando dar con alguna pista... de lo que fuera.

viernes, 5 de septiembre de 2014

VI

Resultaba de lo más relajante y excitante al mismo tiempo. Estaba dando un paseo a vista de pájaro sobre un planeta vivo a miles de años luz de distancia. Era curioso... Como científico, Cristock sabía que lo que estaba viendo había ocurrido hace muchísimo tiempo, casi 17.000 años atrás, ya que es el tiempo que tarda la luz en llegar desde aquel planeta; pero en cambio le resultaba imposible dejar de ver aquel paisaje como algo presente que estaba ocurriendo en aquel preciso momento...

—Qué ha sido eso ¡!— Algo acababa de suceder entre la vegetación. Cristock frenó la panorámica del Telescopio y retrocedió muy lentamente. Algo había ocurrido, sin duda, pues no es posible que unos árboles, por muy extraterrestres que sean, cobren movimiento. —¡Ahí está!— ... —¡¡Ahí está!!— Los árboles se movían. Cristock detuvo el movimiento para observar de qué se trataba. Sin duda, no eran árboles nómadas... Había algo tras ese mar de hojas verdes, y desde luego no era un vegetal. Ahora el animal (­—¡Tiene que serlo...!—) se mueve hacia abajo, y Cristock por descontado lo persigue con su Telescopio, como cazador que apunta a su presa con la mirilla telescópica de su rifle. Pero todavía no podía disparar... Debía esperar a que el animal, o lo que fuera, saliera de esa maldita frondosidad.

Lo persiguió durante un buen rato. A veces se paraba, quizás para descansar, pero en seguida continuaba su carrera. Debía ser un animal bastante grande, ya que los árboles se movían considerablemente a su paso, pero en cambio nunca llegaba a ver ni un solo rasgo de aquella cosa. De pronto se descubrió un descampado, que era hacia donde se dirigía precisamente la bestia; Cristock se exasperó entonces. Con el Telescopio en movimiento, se preparó para disparar. Deberá sacar una fotografía de ese animal en cuanto salga al descubierto, pues puede que esté desorientado y decida volver al bosque en un abrir y cerrar de obturador. Cuando estaba al borde de la arboleda, el animal se paró. Con la excitación y los nervios, Cristock sacó la foto sin querer, pero no, no captó nada; el animal no llegó a salir de entre los árboles. La pausa se hace interminable. —¿Pero quieres moverte...?— Durante este momento de tensión pausada, Cristock cruzó los dedos y decidió aplicar un aumento digital a la imagen en directo; quizás así lograría vislumbrar algún pequeño detalle entre las hojas...

Pero el animal se mueve justo cuando Cristock había aumentado la imagen al máximo, y así lo perdió de vista. Corrió hacia el descampado y el ahora sudoroso científico hizo lo mismo con su Telescopio, pero la visión era demasiado cerrada como para poder localizarlo. Lo ha perdido de vista; debe alejar rápidamente el aumento digital o lo perderá del todo.


—Lo tengo.— No hizo falta alejar nada, ahí estaba el animal, excitado, moviéndose inquieto en el sitio, como un asustado elefante de los antiguos circos. —¿Un elefante...?— No, no era un elefante. En seguida Cristock comprobó que en realidad se trataba de un auténtico mamut. Un enorme mamut del pleistoceno había aparecido ante los ojos de nuestro amigo Cristock Earl.