—¿Pero qué...?— Desde luego, no era ningún ser extraño; no era ningún
monstruo extraterrestre con tentáculos y antenas. Resultaba paradójico que
hubiera podido sorprenderse menos si hubiera visto algo así. Y es que la visión
de un mamut, que tantas veces había visto en el Museo su ciudad, no pudo hacer
otra cosa que dejar a Cristock con la boca abierta durante el tiempo que el
animal estuvo inmóvil, e impaciente, en aquel descampado. Y más tiempo que esa
boca permanecería abierta, si no fuera por lo que a continuación ocurrió.
Una lanza pasa rozando la cabeza del indomable mamut. ... Sin pausa,
otra lanza le atraviesa la oreja y la bestia reacciona violentamente levantando
el cuerpo sobre sus patas traseras. Pero en seguida una tercera lanza se le
clava en el cuello, y luego otra en el muslo. El mamut cayó de rodillas un
segundo para levantarse de nuevo, pero siguió recibiendo más y más lanzas que
se le clavaron por todo el cuerpo. Finalmente se desplomó en el suelo para ya
no volver a levantarse. Entonces sucedió lo que, por increíble que parezca,
cualquier persona habría esperado que sucediera: una tribu de indígenas se
abalanzó sobre el animal para terminar con él. —¡Cavernícolas!— Y sin duda lo
eran… Aunque, observándolos minuciosamente, y Cristock dedicó largo tiempo a
ello, se descubre algo más concreto y más sorprendente si cabe. A pesar del
incómodo ángulo de observación, casi cenital, el astrónomo inspecciona sus
rasgos huesudos, corpulentos… —Sí. ¡Tienen que ser hombres de Neandertal…!—
Así era, un grupo de unos treinta Neandertales tirándose encima del
mamut para inmovilizarlo. Eran pequeños pero de una fuerza sorprendente;
levantaron rocas de casi su mismo tamaño y las estamparon contra la cabeza del
paquidermo hasta que por fin dejó de moverse. La escena deja a Cristock en estado
de shock; literalmente no podía creer lo que estaba viendo. Esto no tenía
ningún sentido para él. No lo tenía en absoluto. A menos que...
Cuando la escena de los Neandertales se puso más interesante, Cristock,
totalmente absorto en sus pensamientos, alejó de pronto la imagen. Perdió de
vista la tribu y su presa en la inmesidad de la llanura y continuó alejándose
hasta comenzar a ver la costa oceánica y luego la parte helada del planeta,
hasta detenerse en el momento en que dejó encuadrado el planeta entero en toda
la pantalla. Entonces Cristock inclinó su cabeza hacia un lado, se detuvo un
segundo y siguió girando su cabeza junto con su cuerpo hasta quedarse casi boca
abajo con un pie en el suelo y el otro sobre su silla. Se pasó un buen rato es
esa postura, como si estuviera estirándose la espalda aunque de una forma muy
retorcida, en todos los sentidos. Tras el extraño momento, y quizás porque la
sangre se le había subido ya a la cabeza, se sienta de nuevo y toca ciertas
configuraciones de la imagen que hacen rotar el planeta unos 150 grados en el
sentido de las agujas del reloj.
—Pero… ¿Cómo es…? Es… ¡!— Cristock miró a su alrededor con nerviosismo
contenido; parecía estar sufriendo uno de sus ataques de manía persecutoria.
Aunque en este caso era comprensible, puesto que lo que estaba viendo sólo
podía ser una broma de algún compañero. Destapó Cristock su petaca de whisky y
le dio un trago interminable que terminó con su contenido. Entonces se recostó
cómodamente en su asiento e intentó tranquilizarse. Por todos los medios trató
de racionalizar lo que su inseparable amiga, la Lente Espía, le estaba
mostrando en la pantalla: el planeta Tierra.
Su propio planeta visto desde el otro extremo de la galaxia. —¿Será
posible?— Desde luego que lo era. Ya lo presagiaba el océano y la naturaleza
vegetal; ya lo evidenciaba el mamut y los Neandertales; pero siempre podrían
ser tremendas casualidades... o al menos eso nos obliga la mente a creer. Pero
no. No. —Europa... África...— Observó ahora también el blanco hielo que cubría
buena parte del planeta y que, antes, con la excitación del momento, le había
pasado desapercibido. —No eran simples nubes… Entonces tiene que tratarse de la
Edad de Hielo. La glaciación de finales del Pleistoceno... Está claro.— El efecto
del whisky dejaría de hacer efecto en breve, y Cristock se empezaba a
preocupar. De vez en cuando apartaba la mirada de la pantalla para mirar de reojo
a su alrededor.
Fin del capítulo 1