—Necesito un trago.— Ya estaba tardando Cristock en darle uso a su petaca
de whisky. Y sin saber qué hacer, se quedó largo tiempo pensativo, mirando para
las dos grandes pantallas. Una con la imagen del Telescopio, o sea Tierra 2, y
aquel andamio de proporciones bíblicas, con duendes corriendo de lado a otro,
siempre con prisas. La otra pantalla con vista de satélite, o sea la Tierra
(1), y sus modernos edificios de Lampy-dae, ultra iluminados en plena noche, y
separados entre sí por matemáticos carriles con vehículos circulando sin
descanso. Las dos imágenes mostrando lo que Cristock suponía eran la misma
porción de tierra pero en distintos momentos, distintas épocas. Pero ahora... —No
tiene sentido. Bueno, nada de esto ha tenido nunca ningún sentido. ¡Es una
locura! Ni pies ni cabeza...—
En realidad, el hecho de que el Cohete haya salido disparado en dirección a
la Tierra, no excluye la posibilidad de que se trate de un mismo planeta.
Recordando la teoría de Cristock, y si fuera cierta, la repetición del planeta
Tierra en lo que llamamos Tierra 2 no sería más que un reflejo, un espejo enorme
situado a 22 mil años luz. En este caso, por tanto, lo que Cristock habría
visto no es más que el Cohete despegando de su propio planeta, hace 44 mil
años, y en dirección al supuesto espejo.
Pero este viejo planteamiento ya carecía de interés para Cristock. Ahora la
idea de una invasión alienígena se le presentaba en su cabeza como una bomba
que arrasaría con todo pensamiento anterior. Además esta nueva motivación le
hacía plantearse cuestiones que antes no barajaba, o no quería barajar. Pero
sobre todo había una pregunta que sobresalía: —¿Cómo es posible que la raza
humana, en todos estos siglos, ¡milenios!, no haya descubierto ni rastro de
esos duendes ni de sus construcciones por todo el planeta? Es imposible que
hayan desaparecido sin dejar huella, lo que descarta totalmente la posibilidad
de tratarse de un mismo planeta...—
Dicho (pensado) esto, Cristock echó mano de nuevo a su desgastada petaca y
bebió otro "poco" de whisky. —¡Agua de vida!— Desde que empezó toda
esta historia de Tierra 2, Cristock había incrementado la afición a su querido
aguardiente irlandés. Esto era así porque se sentía cada vez más vigilado. Su
manía persecutoria estaba alcanzando el límite de la cordura. Todo sería más
fácil si dejase a un lado su orgullo y aparcara ese afán de secretismo que le
estaba volviendo loco.
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